Pánico en el plató

Mi portátil ha muerto, justo el único fin de semana del año que tenía pensado estudiar. También es mala suerte. Pensaba que lo peor de todo iba a ser presenciar como esta tragedia afectaría a mi rendimiento académico, bajando mi media hasta en dos décimas, qué horror. Por supuesto me equivocaba, lo peor de todo ha sido que para pasar las horas muertas he tenido que ver la tele.

Hacía tiempo que no me concentraba en el contenido de la televisión, pues los últimos años solo era un zumbido molesto que se colaba en mis auriculares aprovechando la pausa entre canción y canción, hoy puedo afirmar sin miedo a equivocarme que la televisión es horrible. Por desgracia, mis padres tienen contratado algunos canales privados en un pack de televisión, no son más que series sobre crímenes en bucle, donde se repite el mismo capítulo muchas veces en el mismo día (poca broma, un día pusieron Hellboy 4 veces en un intervalo de menos de 18 horas).

Y como la cosa siempre puede ir a peor, pues no tuve otra idea mejor que poner un debate político que emiten en La Sexta los sábados por la noche. Supongo que será alguna especie de pienso industrial para pedantes que no salen de casa los sábados, seguro que hasta hay gente que presume de ello, un inciso, como civilización nos hemos atado la cintura a la cadena de un váter gigantesco y hemos saltado dentro de la taza.

Volviendo a mi amado debate, una de las primeras cosas que dijo uno de los participantes fue: «Va a ser interesante. seguro que hay mucha gimnasia dialéctica»,  Gimnasia dialéctica. Suena a onanismo salvaje. Pajas, vamos. Voy a tener que ponerme la chistera y el monóculo, pensé.

Y mientras sufría una de las digestiones más pesadas de mi vida, observe como dos periodistas de los periódicos más importantes de España (yo también creo que habría que definir el concepto de «periódico importante») llegaban a una discusión del tipo:

-¡Eso es mentira!

-¡Es verdad!

-¡Que te digo que es mentira!

Supongo que gimnasia dialéctica es bajar a comprar el pan en chándal, no hay otra explicación. Creo que jamás entenderé porque censuran las tetas en televisión y no a los estúpidos. Quizás lo peor de todo fue saber que esas opiniones de mierda eran compartidas por mucha de la gente común.

Volvía a mi habitación y cogí el ebook: Bukowski, ahora te entiendo mejor, para soportar este jodido mundo y toda la tropa de gilipollas que lo habitan hay que estar loco, o borracho, o las dos cosas…

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